Es una mujer con gran seguridad, pero que cuando ríe se tambalea como una gelatina mal cuajada. Su risa se diferencia de toda su constitución física, porque ella es grande mientras que de su boca sale un ruido juguetón que termina contagiándote. De hecho, sonrió cuando la abordé en el vagón de en medio de la línea 3 del metro. Estaba sentada en el asiento reservado con un libro pequeño sobre las piernas. Me quedé parado frente a ella, sólo sonrió y regresó a lo suyo en las letras. No me acerqué hasta dos estaciones después, entraban personas que me hacían pesar en lo absurdo de la situación y la probable violación a su privacidad; cuando salieron me dirigí con la mayor cautela. Con toda naturalidad me coloqué en el pasamanos que estaba a su derecha. Otra vez subió la mirada y mandó una mirada indescifrable con una sonrisa todavía más extensa que la anterior. - No sé cómo decir ésto, pero usted se me hace conocida. La he visto en algún lugar. No quiero ofenderle, ni molestarla...
Un espacio donde pongo todo aquello que escribo bajo el único criterio de relajarme. Encontrarás literatura, opinión o asuntos que no comprenderás, porque ni yo mismo a veces me entiendo.