domingo, 26 de octubre de 2014

Un viejo olor

Ya me habían dicho, pero no lograba convencerme. Me pedían que hiciera algo al respecto, lo que fuera, con tal de sacarme esa estela que dejaba donde sea que estuviera. No quería ser un cometa, no quería dejar rastro de mi presencia. Si por mi fuera me hubiera ocultado durante un tiempo hasta que las cosas se normalizaran, pero no pude. Todo sabían que estaba presente junto con el aroma del pasado. ¿Huelo a desechos? ¿A mierda? ¿A qué huelo? Es todo lo que podía reclamar. Quería una respuesta simple. No sabía a qué olía. Pensé que a nada bueno porque me compadecían. No se ofendían a mi alrededor, pero me tomaban por el hombro y decían "No hay nada atrás" "Con el tiempo, sólo con el tiempo". Todos sabían que estaba ahí, detrás de mi, impregnado sobre mi cuerpo, en cada actividad que yo hacía. Fuera reposo o esfuerzo siempre la esencia estaba ahí. Yo lo no lo percibía, pero la mueca de quienes me conocen hablaba por sí sola, de su desazón por mi olor. Mis amigos se impacientaban de pronto; ibamos a comer y ahí estaba casi a mi lado o sobre mi, impregnando los alimentos, la charla. Todos se interrumpían y fruncían la nariz. Me apenaba, pero no podía hacer nada al respecto. Me levantaba hacia el sanitario y esparcía tanto champú sobre mis brazos y manos como podía; levantaba una nube de desodorante y bailaba bajo ella; dejaba que el aire de la máquina me calentara el cabello, quería deshacerme de él. Cuando regresaba a la mesa todos parecían más relajados hasta que yo comenzaba a hablar. De nuevo venía el aroma en cada enunciado, siempre estaba ahí, en las palabras, en cada experiencia, memoria y vocablo. Todos lo percibían. Daban por terminada la comida. Me quedaba sentada hasta el final, lloraba un poco, después me iba a casa. Tomaba un baño, frotaba de menos a más toda mi piel. Estuve a punto de llagar mi piel. Me detenía, era absurdo. Nunca se iba a ir de mi, no ahora, tal vez mañana. Estaba infiltrado en mi. Era el olor de la historia, del pasado. Con el tiempo recuperé mis propiedades, se perdió en el aire su presencia. Un día, sin señales previas, pude reconocer nuevos aromas. Encontré uno dulce, semifrutal, venía de lejos, pero yo lo tenía tan cerca. Seguí su rastro durante un buen tiempo. Tiempo después los dos estábamos mezclados en una nueva esencia. Nunca me volví a preocupar.

martes, 21 de octubre de 2014

Algunas impresiones sobre la bici

La bici ha sido bastante importante en estos tiempos turbulentos, a lo mejor, porque se requiere equilibrio. Uno necesita afianzarse bien a ella, manejarla con suavidad para no caer por la izquierda o la derecha. A mí me ha mantenido en movimiento, ha hecho que mi vida no se detenga aún cuando creía que me había estrellado contra un gran muro (todo esto es una metáfora). La primera vez que la tomé me encontraba en un estado de ira, no podía correr, no podía caminar porque siempre había dolor en mí (esto no es una metáfora); entonces, la bici me ayuda a recorrer tanta distancia como quiero. Me emociono, el dolor se esfuma y recupero confianza. Pronto me obsesiono y quiero ir más lejos, más rápido. Equilibro la bici y mi vida, todo parece perfecto. Sin embargo, la experiencia me ha enseñado que cuando creo que todo va bien, en realidad todo va mal o saldrá mal. Y es que eso sucede porque cuando todo parece bien es porque yo me siento bien; no miro a mi alrededor, no me concentro en los demás, no me doy cuenta que los demás no están bien. No pude darme cuenta, estaba tan emocionado que no me di cuenta. Irremediablemente choqué contra una gran pared (esta sí es una metáfora), me había quedado solo, bueno, solo con mi bici. Chillé pedaleando, grité cruzando los puentes, pedaleé con ira, con resentimiento, me arriesgué innecesariamente porque no veía peligro en el camino, creo que ni siquiera era capaz de fijarme en el camino, a ratos sí, a ratos no. Es que cuando una idea se mete dentro de uno es dificilísimo sacarla, yo creo que ni una contusión la hubiera expulsado. La bici tampoco hace esas cosas,  no te ayuda a sacar nada salvo energía, pero yo tenía mucha, así fue como me inicié en la bici como medio de transporte cotidiano.

Así recuerdo el inicio. El intermedio fue automático, era seguir con el ritmo, no dejar de pedalear. Me junte con grupos, salimos a rodar, pero nunca hablaba, me quedaba pensando durante kilómetros en nada. La idea comenzó a salir de mi, los estímulos externos se hicieron más vívidos, estaba interactuando con el entorno dejando de ensimismarme. Luego me di cuenta lo rápido que los conductores van y no se dan cuenta. El asfalto me pareció delicioso bajo los neumáticos de la bici. Las irregularidades que necesitas esquivar para no absorber el impacto con las nalgas. Los semáforos me parecían tan vívidos, tan importantes. El aire. La noche se convirtió en mía; si siempre me había parecido hermoso el paisaje nocturno, regresar a mi casa entrada la madrugada era espectacular: calles vacías, un abrazo frío como píldora para dormir. Me extendía a mis anchas, cruzaba de extremo a extremo mientras todos dormían. La ciudad me parecía maravillosa. Recuperé la confianza que se pierde cuando uno se transporta de forma masiva. No me daban miedo las horas ni las distancias. Sentí que no podía caer (metáfora).

La bici me ayudó a llevar con solvencia la tristeza, la soledad, la compañía y nuevamente la soledad. Ahora me gusta viajar solo. Viajo más ligero que antes, sin ideas, concentrado únicamente en el camino. Me gusta deslizarme sin voces, sin contacto con las personas, quiero apreciar la ciudad en su conjunto, examinar el paisaje urbano, ver cómo se funden las personas con los edificios o cómo desaparecen a la siguiente avenida. No sé de qué forma, pero la bici me ha hecho recuperar un poco de mi carácter independiente, a pesar de toda la propaganda colectivista que se hace alrededor de esta actividad. Me valgo por mis piernas, yo responde por mi y nada más. Sí, podría chocar contra un peatón, pero no quiero pensar en ello. Me siento feliz, pero incompleto (otra metáfora) como si fuera a caer a la izquierda o a la derecha. He recuperado tanto. He dejado tanto atrás, no sé si voy muy rápido, no sé si debería detenerme un poco y mirar atrás. No quiero caerme demasiado rápido, ni quiero caerme demasiado lejos donde nadie me vea. Quiero ir solo, no tanto (aquí acaba la metáfora).

Que se maten los perros

Hijo de su repinche madre, ahorita que lo vea le voy a romper toda su puta madre, hijo de perra. Iba sobre la acera echando humo, nadie le contestaba la mirada "Al Paco", si alguien lo hubiera hecho, ahí mismo le tiraban los dientes por entrometido.  "Al Paco" nadie le decía qué hacer, es de esas personas que tienen la mecha corta y en ese momento sólo se contenía porque faltaban pocos minutos para batirse. A ver si muy sabroso, puto. Donde me salga con una chingadera, yo tiro plomazos valiendo verga. El muy puto siempre se esconde con su jefa, pero a la verga, a los dos me los trueno. No durmió en toda la noche, sólo pocos minutos cuando el sueño le vencía, cuando se daba cuenta de su estado somnoliento tomaba un poco de coca, la peinaba con el cuchillo que su mamá utilizaba para picar la verdura y se metía tanto polvo como fuera necesario. Así se aventó más de cinco horas, por eso ahorita traía los nervios crispados, pero bien macizos para una cosa nada más. Que salga, que se presente como hombrecito. Yo no me voy a abrir. Que tenga los huevitos que tuve para armar todo ese desmadre. 

Los vecinos estaban preocupados por lo que pudiera suceder, sobre todo porque en estos recién "arreglos" han quedado daños que ninguno de los involucrados directos quieren pagar. Se han roto ventanales, se han hecho orificios en la lámina de los autos, se han provocado sustos, se han reventado focos y creado un sin fin de crisis nerviosas. Nadie quiere pagar por ello. Nadie exige una compensación, si alguien la demandara, es muy probable que de esa petición surgiera otro "arreglo". Ir a la delegación no ha resultado eficiente para los vecinos. Cuando llegan con el juez les dicen que primero hay que cooperar con algunos billetes para poder mandar a los uniformados, no hay presupuesto, dicen, que a veces ni para gasolina. Y sí, hace un par de meses, cuando los "arreglos" no se hacían durante el día, llegó una cuadrilla de policías en bicicleta y unos a caballo para poderse mover entre los callejones, subidas y bajadas de la colonia enquistada en un cerro; esa misma noche les robaron cinco bicicletas y dos caballos. Cómo, no se sabe, pero bajaron hasta la avenida principal con la avalancha de vergüenza a cuestas y un rostro de miedo infinito por llegar a la comandancia. Después de ese momento fueron claros todos los procedimiento policiales; el mismo comandante de la zona dijo: "Déjenlos que se maten allá arriba, mientras no bajen, no es nuestro pedo". Así han sido los últimos meses y asesinatos o "arreglos" en la zona. 

Ahora sí ya va a valer verga. Que salga el mamón, o mejor, que esté afuera esperando si es muy pinche hombrecito. "Al Paco" se le salían las lágrimas. Esa tarde caminó dos calles, pero regresaba una, el coraje le impulsaba, pero la tristeza tundía su ira. A pesar de semejante duelo interno, llegó. Cuando lo vieron acercarse a la puerta los vecinos corrieron un poco más las cortinas. Todos querían presenciar, pero nadie quería ser testigo. A los más chiquitos los metían abajo de las camas para no exponerlos frente a una trayectoria errada. Pero "Al Paco" eso le importaba poco. Me las va a pagar con sangre, él, su familia, su mamá o su hija. Como sea saco a las perras si ese cabrón no sale. Pateó la puerta tres veces. Su bota se descarapeló a la segunda; a la tercera,  la puerta estaba abollada. El escándalo no cambió en nada la tranquilidad de la calle, al interior de la casa no había ningún tipo de movimiento. HIjo de puta. 

Escaló la pared y subió hasta la marquesina, imprecó desde las alturas. Todo permanecía quieto, los vecinos seguían mirando, pero nada sucedía. Durante una hora estuvo sentado, a ratos sacaba la pistola de su chamarra, la observaba y lloraba sobre ella. Se acordaba de su hija, tan pequeña, inocente. !!Puta madre¡¡ ¿Por qué? Las nauseas le hicieron escupir, un mareo se precipitó sobre el, prefirió bajarse de aquel lugar. Pateó nuevamente la puerta, pero sin fuerza. Quiso largarse de ahí, necesitaba un poco de coca, y sólo así, tal vez, podría regresar a reclamar justicia. No así. Quería tirarse en el piso y llorar, ahogarse en la tristeza que no había mostrado solo por darle protagonismo a la furia. Espero un poco más hasta que el orgullo se esfumó. Miró sus botas. Qué pendejo soy 

Al final de la calle sus ojos se sobresaltaron, su corazón volvía a latir frenético y el mundo nuevamente le parecía un lugar pequeña. La niña estaba frente a él, caminaba sobre la acera derecha. Ahora sí, hijo de puta... Sacó la pistola del bolsillo de la chamarra, quitó el seguro y se enfiló hacia la niña. Tuvo que detenerse, no podía dar un paso más. Del calor pasó a un frío intenso, la rabia se había disipado. La niña tenía entre sus manos una pistola. Disparó tres veces; uno pasó muy cerca de su oído; el segundo, en el pecho; el tercero en la cabeza. La niña corrió hasta la puerta abollada, tocó y alguien le abrió, su papá la cargó y lloraron durante un buen rato. "Al Paco" nadie lo movió hasta la mañana del siguiente día.


miércoles, 15 de octubre de 2014

Léeme


Por Arlen Cabello y César Palma

Léeme” decía el papel que encontré debajo de mi puerta y detrás de él no había nada. Me sentí como Alicia en el país de las maravillas, pero esos eran frascos y había que tomarlos. Miré detrás del papel y no había nada más que leer, supuse que se trataba de un error. De todas formas ya era tarde y con la prisa cotidiana últimamente no da tiempo de pensar en nada. Tomé mis llaves y cerré la puerta tras de mí.
Comencé a bajar las escaleras y de nuevo apareció en mi mente la hoja con la instrucción “Léeme”, ¿De qué se trataría? 
La vecina me dio los buenos días lo cual distrajo mi atención, le contesté y seguí bajando apresuradamente. Eran ya casi cuarto para la hora, si me tardaba cinco minutos más, con el tráfico de la ciudad, llegaría media hora tarde.
El auto seguía en el taller debido a un desperfecto provocado por dos baches sin tapar, mi continua distracción al volante y en general en la vida. Por lo tanto, tenía que tomar un taxi. Después de tres intentos fallidos conseguí detener al cuarto. ¿A dónde va joven? Me preguntó y le di la dirección, acto seguido me informó que el tráfico estaría pesado, para variar había manifestantes en la ruta y no sabía cuánto tiempo iban a estar ahí. De todas formas ya había perdido los 5 minutos.
En mi teléfono sonó el timbre que indicaba que acababa de recibir un correo electrónico, decidí revisarlo, se trataba de mi trabajo: me estaban cancelando la reunión programada una semana atrás, ¡y una mierda con ellos!, me hicieron perder una semana, y media mañana. Le indiqué al chofer que me llevara a mi oficina, para no perder todo el día, y compensar el tiempo revisando los documentos que, según Ema, mi secretaria, son urgentes.
Al tomar el retorno miré de reojo el anunció de una de tantas películas que dejé pasar, decía: “ESTRENO EN MAYO”. El año ya va a acabar. Así que se me pasaron esa y otras diez más. Seguí pensando en qué otras cosas me habré perdido este año: la graduación de mi hermana, el aniversario de mis padres y el nacimiento del hijo de quien alguna vez fue mi mejor amigo. Ahora no puedo recordar cuando fue la última vez que hablé con él. 

Debí distraerme demasiado tiempo porque no reconocí la ruta que tomaba el conductor. Regularmente reviso los datos del taxista en cuanto abordo pero en esta ocasión estaba más distraído de lo usual. Busqué con la mirada el indicio de alguna identificación en el automóvil pero no encontré nada a la vista. Le pregunté al conductor por dónde me llevaba y me comentó que esta vía era más rápida, que así salíamos mejor. No sentí un tono agresivo. Aunque mi pulso se aceleró, intenté concentrarme en los pendientes que tenía programados para ese día, con la finalidad de no parecer paranoico, pero sin quitar la vista del camino.
Mariana me llamó anoche diciendo cosas como: “nos alejamos poco a poco”, “hace tiempo no me siento igual” y hasta “te extraño menos”, le dije que era otro de sus ataques histéricos que le dan frecuentemente, aunque siento que tal vez tenga razón. Creo, en primer lugar, que nunca hemos estado cerca.
La conocí en la cena de año nuevo de la compañía hace casi dos años, trabajaba en el departamento de contaduría haciendo… la verdad es que no lo sé. Cada vez que hablábamos sobre su trabajo yo me concentraba en la línea de su escote que dejaba ver sus enormes y quirúrgicos senos e imaginaba todas las posibles combinaciones que podía hacer con ellos.
Por una parte pensaba en lamerle la aureola del pezón tan lentamente como me fuera posible o succionarlos con mucha fuerza. Quizá podría mordisquearlos suavecito o, por qué no, morderlos con voracidad hasta hacerla gritar de dolor, luego me quedaba pensando si la cirugía afectaría su sensibilidad.
Eran todas estas cosas las que me distraían constantemente en nuestras primeras conversaciones, después me distraía la televisión, el radio, la ventana o la mosca que iba pasando. Sus senos dejaron de ser una incógnita y no había mucho más que preguntar sobre ella y ellos.
El chofer me dijo que habíamos llegado, miré hacia afuera, y sin entender cómo, me percaté que ya había anochecido. No pudo pasar tanto tiempo, no sin haberme dado cuenta. El taxista me señala el taxímetro y no pasa de 70 pesos. Busqué mi cartera confundido y le extendí un billete de 100. Le dije que se quedara con el cambio, bajé del auto y lo vi avanzar hasta alejarse.
En ese momento percibí el inmenso silencio que acompaña la calle, a mi alrededor no había nadie. Las luces del edificio donde trabajo parpadearon y de pronto hubo un apagón. El único edificio que recuperó la luz fue justamente donde trabajo, sentí las manos pegajosas y caminé hasta la entrada.
La sustancia pegajosa que tenían mis manos ahora se encontraba seca al parecer se trataba de sangre…Caminé absortó hasta la entrada, le hice señas al policía, extrañado se acercó y me preguntó qué deseaba. En seguida notó la sangre de mis manos, me rodeó con su brazo derecho y me pidió que ocupara su silla. Telefoneó, charló ininteligiblemente. Mis oídos se debilitaban a la par de mi pulso. De pronto sólo escuchaba aquel silbido de un tímpano roto, la vista de la recepción me parecía insostenible, se difuminaba poco a poco, el hedor de la sangre subía o bajaba, no estaba seguro de dónde provenía, pues no tenía dolor. Experimenté tremenda debilidad, pero no podía desmayarme ahí como si nada. Acompasé mi respiración a un ritmo más lento, aguanté el aire algunos segundos más y exhalaba suavemente, por un instante me funcionó para no perder la conciencia. Hubiera deseado perderla ahí.
El policía regresó, mejor dicho, su voz. No me habló, sólo me tomó por el cabello, levantó mi rostro, acercó su oreja hacia mi boca y atendió la velocidad con la que respiraba desacompasado. Caminó alrededor de mí con suma paciencia que ponía evidenciaba lo horrible de mi situación. Estaba seguro que nunca llamó a la ambulancia. Se marchó hasta el módulo de la recepcionista, abrió un cajón. Regresó hasta mí y sentí frío en mi pecho, después un chorro de energía que me hizo sacudir todo mi cuerpo, pero sin propósito ni ventaja. Las piernas me brincaban espasmódicas, manoteé como un gato cayendo por los aires. Sentía cómo lanzaba su puño contra mi abdomen y pecho, no eran nudillos, sé cómo son, era un cuchillo. Cuando quedó satisfecho puso sobre mis piernas un pequeño libro, sostuvo mis manos y me hizo hojearlo. No podía ver nada. Lo último que escuché fue:

Sólo le pedí que me leyera, señor editor”.

martes, 14 de octubre de 2014

Cinco cosas de mí

1. Cuando estoy triste o enojado no disfruta nada mejor que escuchar un poco de música. Entra por los oídos y se extiende por todo mi pecho, me reconforta. También los abrazos, pero es más fácil presionar "play", además tienen diferentes duraciones, según me plazca.

2. La soledad es como uno de mis grandes alimentos, me mantengo callado y no tengo que explicar ni justificar nada ante nadie. La soledad me ha permitido conocer lo que realmente me gusta, en este estado he hallado mis aficiones. Nunca me ha da miedo estar solo, me da más miedo disfrutar una compañía.

3.  Cuando estoy escribiendo una historia - ficción - sólo quisiera hacer eso toda mi vida. No me interesa otra cosa que inventarme personas, situaciones; me calma el ánimo, ayuda a desaguar todo lo que me ahoga, por ahí se maximiza mi felicidad. En cada párrafo dejó un poco de mí, qué me gustaría ser, qué no me gustaría ser, cómo quisiera que fueran los demás. Después me doy cuenta que cada párrafo no es lo suficientemente bueno o valioso como para dedicarme a ese de por vida. Apago mi blog y regreso a la normalidad.

4. Siempre he deseado  una vida simple, una que resuma todo lo anterior. A veces percibo en mí el espíritu de una piedra, si es que esa cosa existe. No soy un sujeto inerte, pero aprecio la quietud tanto como el entorno inmediato, no requiero de ultramar ni caminar por el mundo. Claro que deseo experiencias nuevas, pero tengo la certeza que nunca podré terminar de conocer ni siquiera lo que hay a diez metros de mí.

5.  Quisiera, como tantos otros, que el viaje en el tiempo fuera posible. Conocer a Rachmaninov, Nina Simone, Shakespeare, Marx, Pitágoras....

viernes, 10 de octubre de 2014

Noche en Salzburgo

Rosetta: Una cantante de ópera sobre el escenario del Großes Festspielhaus, toda la Orquesta Mozarteum detrás, el público atento y emocionado por la ocasión. Un programa que incluye Idomeneo y Las Bodas de Fígaro.  La interpretación va excepcional, el escenario es su hábitat, cuánta confianza, por fin dejó de preocuparse por el vestido; no piensa más si le hace ver los brazos discordantes con el talle y el tronco en general. Lo único en lo que piensa es si podrá dar sin impurezas el Fa sobreagudo; todo el mes estuvo ocupada en ello y hoy es la gran noche. Sabe que lo logrará, pero tiene miedo del público, no de los aficionados, sobre todo de los autonombrados "críticos" que están en la primera fila. Al mismo tiempo, ellos la impulsan a dar la mejor interpretación, observa sus rostros desabridos mientras les dice para sí misma "Los reto a subir al escenario para que intenten, y a ver si pueden alcanzar, una pizca de lo que yo tengo aquí, si pueden dominar un escenario con la voz". Aquellos pensamientos le reconfortan, ayudan a cruzar esa barreras de miedo, orgullo, lirismo, amor y odio. Después la música encuentra el mejor cause sin violencia. Salzburgo se rinde ante ella. "Grandiosa" "Otra Estupenda" "Otra Divina" gritan y ovacionan desde los palcos. Ella agradece, se inclina en reverencia, acepta las flores y lanza cien besos de aire hasta que los aplausos comienzan a menguar y el telón cae. Camina hasta el camerino con una sonrisa de cristal, ahí se mira en el espejo llena de emoción y satisfacción. Se quita la ropa. Por último, le pide a su asistente que queme tan horrible vestido.  

jueves, 9 de octubre de 2014

Lluvia

Lluvia, así se llamaba una compañera de clase, irónicamente no tenía nada de límpida ni clara, creo que era turbia y bastante nebulosa. A nadie le permitía acercarse, con muecas repelía cualquier intento, por eso algunos decían al respecto en hipérbole y mofa "Lluvia Marina... Huracán Ramírez". Era fuerte e introvertida, eso la hacía enigmática para mi. Me interesé pronto en todas las respuestas que podría dar si algún día rompiera con sus votos de silencio, sabía que había grandes cosas en ella, sólo hacía falta ganarme su confianza. Intenté un poco de todo, le cedía mi lugar para que ocupara el pupitre más cómodo y limpio, le obsequiaba dulces y café, recogía los objetos que tiraba por accidente, intenté hablar con ella de la manera más cordial (sonrienteimpersonalluegoadustoáspero) hasta que al final opté por ganarme su atención a través de la indeferencia con la intención de formar un lazo en común, dejé de hablar y mirarla por un mes, quise emular un ser retraído, pero nada de eso sirvió. Permanecía en esa postura obtusa, irremediablemente estoica. A la par de mi decepción el cariño que sentía por ella creció, también la distancia se alargaba entre nosotros, su silencio era para mi una maniobra evasiva, ella ganó al fin. No tenía más voluntad para gastar. Estaba siendo devorado por una energía muda. No pude hacer nada, lo único que más o menos me calmaba era salir a caminar bajo la lluvia.

jueves, 2 de octubre de 2014

El 2 de Octubre una fiesta guadalupana.


La marcha del 2 de octubre ya no me parece un acto político, me parece más un acto religioso: hay imágenes, genuflexiones, ídolos, alabanzas, letanía, incluso dogmas me parece. Es muy colorida, pero al mismo tiempo opaca por el desgaste implacable del tiempo y la repetición. Tendríamos que pensar, entonces, si es la celebración de una tradición o una declaración política. Me parece que no hay sustancia en todos los banderines, cánticos, reclamos y movilizaciones. Más de uno me refutara, no hay problema, pero mi apreciación cambió mucho en las últimas tres marchas que he estado, dos como estudiante y una como egresado de una universidad pública. Seguramente eso influyó, pero así es como vi la marcha del 2 de octubre:

Llegué todo el Eje Central, pensé que no habría mucho movimiento porque estaban todavía abiertos muchos locales, pero en el cruce con Madero y Juárez encontré un grupo de la UACM. Rápido contagiaron a los peatones, brincaban y cantaban a todo pulmón, me imaginé que vendrían cerca, tal vez del plantel de Fray Servando. Tomé algunas fotos y pedalee hasta el metro Garibaldi. Ahí estaba el Comité 68 alentando a los asistentes e intentando sin resultado organizar a las escuelas que iban llegando poco a poco.

- Necesitemos que nadie marche delante del comité, tenemos que estar organizados para comenzar -

Me pareció un acto de teatro, llamaron al público varias veces hasta que por fin inició la marcha, aunque creo que fue más influyente la lluvia grande y gorda que comenzó a caer. Y así inició el desfile. El mar de gente entró al túnel que cruza Reforma, caminaron a paso lento, pero constante. Aún así, desde el principio se segmentó el gran contingente, se rompió en un gran grupo de la UACM, UNAM y Chapingo. Hasta ese momento sólo pude distinguir a ellos, después comprendí el verdadero tamaño que tuvo la convocatoria.

Caminé hasta el puente para observar cómo por arriba cómo cruzaban. Quise un lugar sobre la jardinera que tiene una vista excepcional del Eje Central, pero todo estaba acaparado por fotógrafos de otros medios. Pensé que si tan sólo dejaran un instante su chaleco con la óptica podríamos entrar todos, pero eso no pasó. Esperé hasta hallar un lugar vacío y que el agua menguara, no era intensa, pero me preocupaba mi cámara. Algunos fotógrafos improvisaron fundas con bolsas o camisas, pero yo no tenía nada de eso a la mano, compré un impermeable "tipo gabardina" de a diez pesos. La señora fácil sacó trescientos pesos en los minutos que estuve ahí. No parecía importarle que debajo de nosotros corrían porras anti capitalismo, tampoco a un grupo de chavos que inhalaban como cualquier pelado de la delegación Cuauhtémoc. Inhalamos durante un buen rato, irremediablemente me quité porque me sentía ya un poco mareado por el hornazo que me llegaba directo a la nariz, además el agua había desaparecido casi por completo y un lugar en la jardinera se abrió frente a mis ojos. Subí y pude ver la serpiente de personas fusionándose en el horizonte con el Chiquihuite y la Nonoalco Tlatelolco.

A nadie le interesó más la vista desde ahí, todos bajamos y caminamos en dirección al Eje Central. Caminé hasta el Bombay, un antro de rap a lado del metro Garibalidi, muy cerca de Tepito, ahí habían más personas observando desde el otro extremo del puente. El eco que provocaba el túnel multiplicaba las gargantas de los contingentes. La emoción escurría por todo el eje. Otros jóvenes se daban vuelo con las latas de spray, pintaron un pared que recuerdo hace tres años estaba dedicada al "Puto Calderón" hoy a los estudiantes de Ayotzinapa y al "Narco Estado Mata Estudiantes".

El cuadro era realmente distinto, en esta ocasión no había granaderos, no vi ninguno. El año pasado recuerdo dos filas inmensas flanqueando el paso de las personas. Creo que eso ayudó a relajar la tensión en el lugar. Los mariachis observaban atentos y uno que otra señora sí se ponía histérica cuando venía el juego de hacer un carrera corta a mucha velocidad. Los perros ladraban desde los techos y pensiones, pero no los pitbull de los sujetos con camisa sin mangas. (Los canes me hicieron recordar algo que no tenía que ver con la marcha, pero sí sobre las apuestas. Un día en la mañana pasaba por el Eje 2 Norte y me dijo mientras señalaba un espécimen fortísimo de color negro "Cuánto le pones a éste, gallo")

Me fui por República de Perú para encontrar a todos cuando entraran al Zócalo. Sabía que no habría violencia, creo que todos. De pronto sí habían explosiones, pero sólo hacían saltar los nervios sin caer en pánico. Los fotógrafos se desesperaban, ya no sabían qué tomar, excepto mantenerse muy cerca del grupo anarquista. Calles más adentro del primer cuadro lucían como un lunes o martes por la mañana, algunos paseantes y los comercios apenas abriendo, en este caso, cerrando. Los trabajadores desorientados, tenían que cerrar, pero no podían irse a casa, sólo esperaban desde las cortinas a que todo terminara. Los turistas tomaban fotos desde lejos y quien podía lo hacía desde la comodidad de un balcón.

Cuando el Comité 68 dirigió a la multitud por 5 de Mayo era como si la grabación se repitiera. El arengador del autobús repitió "neoliberalismo" más de quince veces. Otras palabras como "gobierno" pudieron escucharse durante todo el trayecto, no sólo ahí sino más atrás, durante varios minutos y metros, según se calculara la distancia. Sin embargo, la energía se mantenía constante en las mismas personas de cada contingente, me parecieron profesionales de la protesta. En sus rostros se veía cómo era real la ira contra el gobierno, no importa a qué parte del gobierno se refirieran, si como una abstracción o la administración pública o a los funcionarios, no lo sé, y no creo que alguien lo pudiera responder. Por otra parte sí había personas con demandas más específicas, particulares y bien focalizadas: bomberos del DF despedidos "injustificadamente" o la liberación de José Alejandro Bautista Peña

En toda esta sopa de manifestantes, me llamó la atención los miembros de la CNTE. Hace un año lograron centrar toda la atención, concentraron sus fuerzas en la plancha del Zócalo, después desplazados al Monumento a la Revolución, pero hoy 2 de octubre apenas sí hacían ruido. El megáfono más o menos los hacía visibles, pero el rostro de la mayoría expresaba cansancio. Sin duda no podrían haber manejado la vanguardia. 

Salir a las calles cansa, quienes no podían caminar un poco más descansaban donde sus piernas decidieran. La plancha del Zócalo fue haciéndose pequeña mientra los asistentes desfilaban por el circuito hacia el sur y doblaban al norte para acomodarse. La pobre banda de viento - de no recuerdo en el poblado de origen - estaba siendo aplastada por los ancianos del Comité 68. Desde las tarimas les pidieron tuvieran cuidado con la banda; los desorganizaron y sacaron un poco de compás. Tocaron "Dios Nunca Muere" de Macedonio Alcalá. La melodía cambió por completo la atmósfera, los cánticos ya habían sido reciclados durante horas, la pieza caía como anillo al dedo, sobre todo para los mayores. Los dones elevaron el puño hacia el cielo y algunos sembraron lágrimas en el cemento del Zócalo. 

Lejos del escenario, seguían llegando más jóvenes y vendedores. Algunos entraban como toros en corrida. Era una fiesta y eso disgustaba a algunas personas que veían con decepción. "Estamos recordando algo que fue muy triste, no jugando".  Las palabras de la señora me hicieron observar de distinta manera. ¿Qué celebramos? La venta al por mayor de refresco preparado, "muerte al maldito gobierno", a los estudiantes, al medio ambiente, el ser "combativos", mentarle la madre a la "oligarquía y neoliberalismo". No sé. El evento fue tan heterogéneo que cada quien ve el 2 de octubre como quiere y puede. Los ancianos lloran a sus amigos, novias y compañeros. Los anarquistas rompen un vidrio, los periodistas ganan una primera plana. Algunos estudiantes "no olvidan la historia". Los granaderos no tuvieron que rifarse hoy, evitaron madrear y ser madreados. A pesar de todas las quejas que pudieron lanzarse hoy y las charlas acerca del "mal gobierno", lo que vi fue un cuadro multicolor que reúne individuos con las ideas más bizarras, inteligentes, erradas, acertadas y excitantes sobre la historia. Todas las personas pudieron estar en contra de ese intangible "El Gobierno" y pidiendo a gritos la aclamada "Democracia Popular" sin darse cuenta que tal vez estamos viviéndola ya, a lo mejor en sus formas más precarias, no como quisiéramos, pero es real la participación. Lo malo, es que todo sigue siendo similar a un acto religioso: el 12 de Diciembre, el 2 de Octubre.