miércoles, 25 de marzo de 2015

Madre e hijas

Personajes: Dos mujeres en ascenso a los cincuenta y una madre próxima a los setenta.
Lugar: En una cocina tradicional mexicana, de clase media

Bernarda: ¿Vas a comer mamá?

Alicia: ¿Tú vas a comer?

Bernarda: Ay, no puede ser. Si no como yo, tú nunca comes. Tienes que aprender a que no siempre                     te vamos a acompañar. Tienes que comer aunque estés sola. Tienes que cuidarte, si no otra                   vez se te va a subir el azúcar. Aprende a estar solita, mamá. A ver pues, vamos a comer.                       Deja te caliento

                  Por cierto, cómo te fue hoy. Te saliste bien temprano y no dijiste a dónde fuiste. Nada más                   te tomaste un juego y un plato de fruta que había ahí. Cuídate. No vas a andar en la calle                     así nada más, qué tal y si te desmayas. Ay mamá

Alicia: Ya no me regañes, hija

Bernarda: Es que te pasas, pero bueno, no importa...¿Está bien así o te sirvo más?

Alicia: Así está bien. Un poquito más de arroz nada más

Bernarda: Aquí tienes. ¿Cuántas tortillas te comes?

Alicia: Dos, hijita, con dos estoy bien

Bernarda: Entonces ya voy a apagar la estufa, si quieres más me dices.

                   Yo sí tengo mucha hambre, comí muy poco en la mañana y no voy a esperar a mi viejo...

Entra Josefina a la cocina

Josefina: Qué haces mamá. Hola hermana

Bernarda: ¿No quieres comer carnala? Un poquito, ándale te sirvo

Josefina: No hermana, gracias. Estoy bien llena, acabo de comer

Alicia: Ándale, échate un taquito aunque sea

Josefina: No mamá, estoy bien así, no tengo hambre

Alicia: Ándale no seas payasa, nunca quieres comer. Estamos aquí, ya está calientita la comida y hay             tortillas, ándale

Josefina: !Ay mamá¡ eres bien necia, no quiero. 

Alicia: Está bien, siéntate aunque sea. Agarra una silla

             Está riquísimo el molito, nos quedó muy bien, verdad Berna. 

Bernarda: Sí está bien rico, pensé que iba a estar muy picoso, pero no. Quedó muy bien

Alicia: Pruébalo hija. Mira. Un taquito

Josefina: Mamá, que no quiero. Siempre es lo mismo. !Cómo mueles¡ Parece que no entiendes qué                   es no

Bernarda: Ya déjala mamá, si no quiere no importa. Te pasas también tú

Alicia: Ni que la estuviera obligando, nada más la estoy invitando a que coma. Siempre viene y no                 quiere comer...

Josefina: !Qué exagerada eres, mamá¡ Si siempre que vengo como contigo, luego te invito a mi casa                 o salimos a comer, no digas que nunca comemos... No seas mentirosa mamá

Alicia: ¿Entonces por qué no quieres comer ahorita? ¿Qué te cuesta? 

Josefina: Que no tengo hambre, no me cuesta nada, pero no quiero comer

Alicia: Bueno, ya no te voy a decir nada, no comas si no quieres

Bernarda: Ya mamá, no quiere. Eres bien especial, te pasas

Alicia: Bueno pues, está bien

Bernarda: ¿Cómo estás carnala? ¿Cómo estás?

Josefina: Bien, muy bien. Estoy encabronada...

Bernarda: ¿Por qué? ¿Qué pasó?

Josefina: Nada, que este cabrón en las mismas...

Bernarda: Otra vez te peleaste...

Josefina: Sí. Pinche pedernal, ya me tiene hasta la madre

Bernarda: Se pasa de veras, ya ni la friega...

Josefina: Ya sé, cada semana es lo mismo. Pura pinche parranda. Cada ocho días pedo. No se cansa                    el muy idiota. Se chupa todo el dinero y luego está como pendejo pidiendo dinero. Me da                    mucho coraje porque luego veo las fotos que sube a internet, disque con sus amigos en                        Cuernavaca, muy pinche arreglado y de lentes, pero conozco su pinche cara de borracho.                      Me da ganas de escribirle que primero vaya a limpiar todo el pinche piso que huele a                            cerveza... Es que no te conté, pero desde hace dos semanas no se iba el olor a cerveza;                          busqué y busqué, pero no sabía de dónde venía el olor, hasta que me di cuenta que eran los                  sillones, una botella enterrada entre los espacios, toda la cerveza ahí apestando la sala... se                  pasa...

Alicia: Tú tienes la culpa Josefina. Ya sácalo, que se haga responsable. No es posible que no te pueda              apoyar, siendo el hombre. Ya está viejo, pero no le pones un alto. Él abusa porque no le dices              nada...

Josefina: Pero sí le digo mamá, pero no me hace caso. Ya no puedo. El hijo de la chingada no                             entiende. Se gasta todo su dinero y luego ahí está como pendejo pidiendo. De qué le sirve                   andar tan bien pinche arregladito y no se qué, si luego no tiene ni donde caerse muerto.                       Pero sí le digo cosas, y ya no le estoy dando nada. El papel, el papel de baño se lo quité, no                 sé cómo se limpia, pero yo guardo mi papel. Nunca se ha dignado para comprar ni un                           pinche papel.

Bernarda: Sí da coraje. Está bien apoyarlos si no tuvieran trabajo, pero sí tienen. Yo no digo que se                      les deje solos, pero que aporten a las necesidades

Josefina: Este cabrón no pone nada, ni un peso. Si vieras cómo anda como perro buscando en la                         cocina. Yo ya no le hago de comer. Yo comí hoy en la calle, pero llego y ahí está rascando                   la pinche cacerola de la sopa, toda seca y vieja. De verdad, ya me tiene hasta la madre. Ya                   le dije que se saque a la chingada de aquí. No lo quiero ver. 

Alicia: Pero es que tú también tienes la culpa. Primero te enojas y gritas, pero apenas hace algo por ti             y es como si se te olvidara todo. Eres bien pendeja, nada más haces corajes a lo bruto. Ya no              debes permitir que haga eso. Mándalo a la chingada. Sabes qué, agarra todo lo que tu le has                dado y quítaselo. Su cama, hasta las pinches sábanas y verás. Es un hombre y debe hacerse de              sus cosas. Cuánto ya lleva trabajando y no tiene nada. 

Josefina: Ya sé mamá... Y ya lo hice, ya le quité la base de la cama, a ver dónde se duerme

Alicia: Es que sólo así, sólo así. Que se vaya y a ver qué hace

Josefina: Pues no tiene nada, nada, nada. Sí su ropita, pero nada más. Mucha pinche ropa de marca y                 cara, pero ni para limpiarse la cola tiene. A ver si puede dormir encima de su pinche                             saco o encima de su pantalón de piel...

Bernarda: ja ja ja ja

Josefina: Es que, en verdad, se pasa. Yo no sé cómo puede vivir así. Es hasta de risa, me desespera                     mucho. No piensa o qué. El otro día llegó todo pedo, y yo me imagino que perdió sus                           llaves, y se puso a tocar la puerta. Yo no le abrí, no le abrí. Estuvo un buen rato, pero no                       salí. Total que mejor jaló unas cubetas las encimó y se puso a brincar sobre ellas para llegar                 a la orilla de la ventana. Claro, las cubetas se rompieron y hasta por allá fue a dar. Se puso a                 llorar el pendejo por el dolor. Yo nada más lo veía por la orilla de la ventana, ahí como                         menso sobándose la cabeza. Pero no le abrí. Total que no pudo entrar. Salí y le pregunté                       que qué hacía. Me dijo que nada, que estaba haciendo ejercicio colgándose de la                                   marquesina. Me dio tanto coraje, si traía toda la mirada de borracho, la voz, todo... me di la                 media vuelta y cerré la puerta, no lo dejé entrar. Se quedó a dormir ahí afuera. Que se                           chingue, al otro día iba a trabajar. 

Bernarda: ja ja ja ja, ya ni la muela

Alicia: Pues ya tranquila hija. Ya nada más acuérdate de lo que te dije, ya no le regañes, ni le hables, no sirve de nada. Sólo haz las cosas para que no juegue contigo. Así es. 

Josefina: Pues sí mamá...

Bernarda: Así son estos cabrones. Una no hace todo eso por molestar, una quiere que estén bien, que sean hombres de bien, que tengan una buena vida, que sean independientes

Josefina: Sí, pero parece que no quieren. No puedo creer que a sus treinta años venga con su mamá cincuentona y todavía pida teta, no puede ser...

Bernarda: ja ja ja ja

Alicia: Pues ya cálmate hija. Tranquila. Tómate un vacito de agua... o si quieres, puedes comer

Josefina: No mamá, gracias. Después, ahorita no tengo hambre. 

Bernarda lava los trastes

Alicia: Qué rico estuvo, me gustó mucho, pero quedé bien llena. Gracias hija. 

Bernarda: De nada mamá. Sí estuvo muy bueno. Todavía queda un poquito para al rato. Voy a preparar un poco de café. ¿No quieres carnala?

Josefina: No hermana, muchas gracias. Se ve muy rico todo, pero no tengo muchas ganas. 
                Ya acabaron, mejor ya me voy. Sigan con su café. Mañana nos vemos. Ahorita ya me tengo                 que ir. A ver qué hago de comer... a ver si le hago algo de comer, ha de tener hambre ya...











martes, 3 de marzo de 2015

¿Por qué me gusta escribir?

Al menos creo que aquí soy más claro, más lúcido. Las comas y los puntos me ayudan. Todo lo contrario cuando hablo. Ahí se me van las ideas, pierden contundencia o se acentúan aquellas que carecen de calidad. No soy un gran orador, porque no soy un gran pensador. Confundo, engaño y disuado. A veces todo lo contrario, todo al revés. No con las letras, aquí me siento cómodo, aquí puedo admitir que estoy equivocado y borrar la oración, que nadie sepa que lo escribí, salvo yo. Con mi expresión oral aunque ya todo haya sido dicho y borrado del tiempo, mis palabras impactaron como dardos, como salvas o como viento. Aquí no, aquí está lo justo y nada más. Podría borrar todo esto y no pasaría nada; sé extender o minimizar un texto. Por el contrario, no me sé callar, no se editar lo que digo. En las letras encuentro mis sentimiento con mayor intimidad, más nítidos y sin distorsiones. En todo este blog hay confesiones, hay arrepentimientos, hay fantasías... En mi oralidad también las hay, pero en versiones rocosas, incoloras, difusas, poco accesibles. Por eso cuando una emoción nace en mi, lo primero que quiero es ponerla por escrito. ¿Y qué es lo que estoy confesando ahora? Que exista la constancia de mi incapacidad para comunicarme. Que tengo más valor para confrontar por este medio que de frente y a la cara. Que soy una persona burbujeante de emociones, pero inhabilitada para externarlas, la mayoría de las veces. Que mientras camino hay una angustia creciente, una desazón crepitante. Que hay miedo al interior de una sonrisa abierta al público. Que me enamoro en secreto y que engaño bajo el amparo del pensamiento puro. Que sueño con todas mis metas alcanzadas, cuando estoy sin salir del punto de partida. En la escritura esta una parte de mi transparente, ordenada y accesible. En el mundo físico -tangible- hay opacidad, caos y dificultad...