jueves, 18 de abril de 2013

A mi abuelo

Si pudiera definir a mi abuelo en una palabra, sería: Calma. No se ganó tal sosiego por medio de prácticas religiosas, metafísicas, tántricas ni mucho menos. La calma surge en él con tanta naturalidad como crecen las hojas en los árboles. Nace en él una paz que envidiamos a veces, reímos de su lentitud ante las adversidades. Una vez no salió de su habitación en pleno temblor porque sus zapatos cafés no estaban a la vista "No encuentro mis zapatos cafés". Cliché de abuelo cariñoso. Abuelito de piel irrepetible durante todo el árbol genético: obscura de cafetal, cuerpo altivo con la espalda ancha como su humor. El mejor repertorio de chistes lo sacaba cuando estaba pasado con las copas; tragaba cerveza como nadie. Levantaba los vasos o embaces de cerveza hasta deshidratar todo. Cantaba tangos, escuchaba marimba. Sonreía esplendorosamente. A veces nervioso como todos tenemos un poco por aquí. En su juventud un casanova, no sé mucho de eso, pero sus hijos lo relatan; todavía se ven rescoldos de esa época. Siempre los zapatos bien boleados, lustrosos como las camisas. Una fedora. Siempre lo veía caminando por el callejón, veía esa silueta robusta; sus manos metidas en la chamarra detectivesca. !Hola hijo¡

Es duro para todos imaginar la vida sin la vida de los demás. Parece una castigo que mi abuelo se esté consumiendo desde dentro. Por eso no se intimida ante el porvenir, porque cree es la consecuencia merecida. Pagar con la muerte parece duro, pero él la espera con ansias. Cuando tuvo energías se tomó de la veloz existencia, se sujeto con todas su fuerzas a los placeres del brandy, la cerveza y la música. Reconfortó a sus hijas contando los mejores días de su infancia, cuando cuidaba vacas. Pescaba en los ríos que hoy parecen imposibles de haber existido.

Tampoco es algo funesto. Es el último paso del ciclo vital. Más abuelos están muriendo al rededor, el de una amiga y de otra. Son la parte dulzona de la genealogía. Los abuelos son reconfortantes porque ya han regañado suficiente a nuestros padres, no lo harán con los nietos. A nuestros padres les lastima el vació que dejarán. Cuando se muere un abuelo piensas en tus padres también morirán, que son los siguientes. Pero nunca se sabe, es posible que hoy muera y mañana mi hermano o quien sea. Si existiera un orden establecido temeríamos lo doble. Mi abuelo está en su momento y reposa con tranquilidad sobre la cama. Sí, lo atacan los dolores; parece un tronco viejo exterminado por las termitas. Y lo sabe. Tiene que entregar el equipo ya, así dijo. 

Hoy estamos angustiados porque habrá de extinguirse y quedar sólo como recuerdo, pero vaya que ha dejado muchos buenos. 

No creo en el cielo. Ni existe nada más. Todo se reduce a nuestra simple y accidental existencia. Su cuerpo dejará de servir, su voz ya no escuchará, no mirará a nadie, no abrazará, ya no se meterá a mi casa, tampoco comerá con nosotros, pero seguiremos pensando en él y burlándonos de su voz "Quién viveeee". Evocaremos sus orejas, sus manos, su cabello, todo. Ahí sigue en forma de recuerdo y con eso es suficiente. 

Adios Beny. 

viernes, 12 de abril de 2013

El cuerno

El cuerno

Sentí un calor instantáneo, un cerillazo en el vientre. Pensé que era un cólico menstrual, apreté ambas manos contra mi ombligo, el calor se iba extinguiendo y el cólico iba creciendo incontrolable. Mis manos estaban empapadas de sangre, rojizas como la res que había visto ayer en una carnicería. No era sangre como la que sale cuando te golpeas por accidente la nariz, era espesa y negruzca. No tenía miedo porque sólo tenía dolor. La última vez que tuve dolor fue una gastritis que me atontó hasta que recibí suero. Este dolor era diferente, expansivo, se iba regando por todo mi cuerpo, excepto por las piernas y la cabeza. Mi cabeza estaba recargada sobre una pared con propaganda; mis piernas sabían que estaban dobladas como espagueti y cada vez menos fuertes.

Luego fue miedo. El dolor no cedía y la gente corría de un lado para otro. Vi al otro extremo de la calle algunas personas durmiendo como niños, en esas posturas tan incómodas para los viejos, pero confortables sólo para bebés. Una señora me miraba a los ojos, luego vi miedo en su nariz, se dilataba por la respiración desesperada, tan grandes las fosas. Aun así no hacía nada, seguía tendida sobre el asfalto con la falda volada sobre ella misma y una bolsa de mercado despanzurrada. Sentí su desesperación viajar hasta mí.

Después un licuado de emociones, no sólo sentía dolor si no angustia, una sensación mayor que el dolor del vientre y la sangre. No pude contener las lágrimas. Siempre me había dado pena llorar en público, pero esa vez no, lo hice sin pensar en nada. Lloré y lloré durante segundos atolondrados. Al segundo siguiente supe que lloraba por mi bebé. Estaba muerto dentro de mí. Lo sabía porque el dolor no estaba compartido. 

------------------------------------------------------------------

Estoy molesto con él por todo lo que pudo haber evitado con un poco de prudencia. Tampoco creo que haya actuado para entristecer nuestra relación. Cuando lo conocí era el más simpático de todos, obvio. Su nariz parecía un pequeño colguije sobre todo ese cuerpo bien formado por el equipo donde practicaba futbol. Me gustó porque no usaba gel como todos, su cabello natural me parecía increíble. Las cejas. Esa sonrisa sincera que me provocó fantasías todas las vacaciones. Escribí tres poemas sobre el tema. Busqué fotografías en internet de gente sonriendo y nunca encontré una similar. Era para mí esa sonrisa. Y a parte, estaba acompañada de una voz redonda colocada sobre el pecho perfectamente. Se dirigía con educación en clase, con sus amigos era sutil con las groserías como pequeños botones rojos sobre un lino blanco. Todo lo que él decía me provocaba delirio. A veces ni siquiera recordaba las oraciones que salían de sus labios hermosos; me quedaba anclada a esa boca que me propuse colmar de mordidas y besos.

La primera vez que me habló fue por teléfono. Le pregunté quien había filtrado mi número, no quiso contestarme y me juró que había sido mera coincidencia. Unos malabares deterministas. En realidad estaba temblando de la emoción. Era imposible controlar la risita nerviosa o concentrarme...

Me paseaba de su mano un domingo, un día después de ir a una fiesta juntos y cantar, tomar algunas cervezas, ver la televisión recostados uno sobre el otro y él siempre hablándome por mis dos nombres con su voz de tenor.

  - Oye... ya colgaste - me preguntó retóricamente.

.- No, no he colgado, aquí estoy - le dije con una voz pequeñita

-  Pensé que lo habías hecho. Bueno, me gustó hablar contigo, nos vemos. -

No mames. Esa fue la mejor conversación en años, aunque en realidad no dije nada, estuve fantaseando mientras todo me temblaba. Me sonrojé y mordí una almohada de felicidad. Había hablado con él. Fue increíble ese comienzo tan simple. Todo lo que siguió fue lo más sencillo del mundo. Salimos, nos vimos, nos besamos, hicimos el amor, lo hicimos muy fuerte durante horas y días. Fuimos novios de manera formal porque sospecho que siempre nos preocupamos por el otro. Nos veíamos la cara todos los días hasta lograr comprender todo sobre nosotros sin tener que decir nada. Sabíamos si había tristeza o pan con crema y mermelada como desayuno. Deducciones de individuos que se conocen toda una vida sin estar siquiera juntos, en una casa o habitación, me refiero.

-------------------------------------------------------------------------------------

Ya no lo quiero porque no está conmigo en este automóvil que no se puede abrir paso entre el tráfico. Cómo quererlo cuando me opuse y él desacató. Y no soy su patrona, pero merecía respeto como cuando me pedía elegir la heladería o la película en el cine. Incluso, respetó la decisión de yo queriendo ser mamá. Cuando él dudo sobre tenerlo, yo no intenté convencerlo, le pedí tranquilidad. Si en algún momento el dejara de estar conmigo lo respetaría y me encargaría de mi bebé. Lo tendría porque eso deseaba.

Habían inaugurado un hotel nuevo, de paso, donde las copilotos entran con todo el asiento reclinado. Salen con el cabello húmedo, sonrientes como el piloto o no. A veces hay cola para entrar al hotel, tienen que soportar la vergüenza mientras el automóvil hace fila para pagar por unas horas de cama. Esa mañana la cola de coches era algo inusual, creo que era día de pago y el hotel regalaba dos condones. Pensé que íbamos a entrar al hotel también, estaba un tanto ansiosa por imaginar las sábanas pegadas a tantos cuerpos, sudadas. Nunca me había parecido sexy tener sexo en un hotel, porque el hábito me llevó a pensar sobre sexo siempre en mi cama o en la de él, no revolcarnos sobre mixturas ajenas.

 Por alguna razón también él mostraba nerviosismo acalorado. Se desabotonada la camisa más y más hasta llevar los vellos del pecho bailando con el aire de la ventana. Paró el coche fuera de la fila y salió con un cabeceo extraño, buscando respuestas entre todas las personas ansiosas de coger. Se paró de puntitas sin apagar el motor del auto, subió de nuevo para pedirme tranquilidad. Eso me puso más nerviosa, pensé que nos seguían, que estaba enfermo y prefería ocultármelo,  que tenía un amante tres coches más adelante, pensé que me estaba poniendo el cuerno.

Estuve dentro del auto con la puerta del conductor abierta. No distinguía bien el rostro de la otra persona. Tenía un pantalón de tubo y un tenis desgastados, atrás de sus piernas estaba una caguama. Rápido deduje de qué se trataba ésto. No es algo que yo pudiera evitar.

De alguna forma era cómplice y admito que cuando todo aparece ni siquiera deseas preguntar. Si hubiera cuestionado algo tendríamos largas discusiones. Preferí omitir los disgustos y probarme toda la ropa que traía cada semana: vestidos hermosos, zapatos increíbles, maquillaje, libros, computadora, películas. No era gran cosa, pero era un regalo de él para mí. De alguna forma lo material me hacía sentir bien porque cada objeto era una preocupación menos. Era obvio de dónde salía todo, si estúpida no soy.

- Ya te dije wey, que no vengas a vender tus chingaderas aquí -

- ¿Qué? Tú ni mueves aquí... -. Me dirigió una mirada enamorada como diciendo que todo está bien.

- Ya te dije... vete - Parado como un licántropo. Pelando los dientes, vociferando maldiciones.

- No me voy a mover ¿Cómo ves? -

- Va... - Giró el cuerpo en un movimiento exagerado. Se despegó de la pared y tiró la caguama. Su brazo palanqueo para destapar una coladera, jaló la tapadera unos centímetros y sacó de ahí una metralleta pequeña, negra, bastante manipulable, hasta cierto punto graciosa, imaginaria, de película, pues.

 - Órale cabrón... pinche perro vas a valer verga - La quijada se le había bloqueado de tanta ira. Aferraba el mango del arma con el pulso de quien ha matado antes.

Arremangué los dedos de los pies hasta el fondo de los zapatos, sudaban mis manos sin control. Abrí la puerta y bajé.

- No, no, no, no... Súbete al carro, quédate ahí. No bajes - Qué autoridad había en su voz. Supongo que no quería mostrarse intimidado tan rápido. No hice caso, me quedé sobre la acera.

- Ya muévete cabrón. No traigas tus chingaderas por aquí que te vuelo. Es en serio. No vas a vender aquí. ¿Quién te dijo que puedes, eh? Este no es tu pinche casa para venir a pasearte y hacer lo que quieras. Yo vendo aquí y nadie más. Vete. Ya, ya, ya... - La metralleta bailaba en el aire, se iba para atrás y adelante. Era como subrayar una frase, ponerla en mayúsculas y puntualizar todo. 

- Pásame el cuerno, pásame el cuerno –

¿Cuál cuerno? No sé de qué hablaba, pero era una imprecación con mucha energía. Volví hacia el auto y escuché con mayor violencia la misma pregunta que me hice.

- ¿Cuál cuerno hijo de la chingada? - 


Fue como un ligero martilleo. Un pequeño ta ta ta ta ta metálico, una briza violenta parecía empujar los metales, no podía distinguirlos mientras volaban en el espacio entre él y nosotros. Sólo veía desde dónde salían expulsados. La boquilla pronto se llenó de humo y fuego que duró casi nada. También pude ver algo de humo saliendo de su cuerpo tirado y triste. Luego la pequeña arma estaba apuntando hacia mí, escuché tres martilleos más. Levanté la vista y no vi a ninguna persona, sólo autos pasando y la gran fila de coches desordenándose. Al otro extremo de la calle una señora tirada en el piso, mirándome angustiada. 




jueves, 11 de abril de 2013

Tontos!!!!

Intolerancia. Eso es lo que a veces pienso que describe mejor las sensaciones que me causan otras personas. Y no que ellos sean los intolerantes si no yo. Me siento impotente ante su ignorancia sobre lo que yo conozco. Sospecho que debe ser inversa la emoción. Es que me frustro ante no poder expresar mis puntos de vista y ser entendidos. Como si todo estuviera amablemente construido y armónico en mi memoria, todo lo que veo a mi alrededor tiene coherencia según mi interpretación, pero cuando alguien expone algo opuesto todo se tambalea a mi alrededor. A veces aciertan profundamente y me siento aturdido, como si debiera revisar todo lo que he creído en los últimos momentos. Otras veces estoy convencido de su estupidez, sé que están errando y van con una sonrisa ingenua. Quisiera gritarles, más no ofenderles, a pesar de que eso pudiera ser el efecto no deseado, que están mal, que sus razonamientos están incompletos por lo que yo pudiera aportar. 

Luego siento una incompetencia abismal, donde todo lo que pudiera decir se va diluyendo con la materia obscura. Saliendo oraciones ininteligibles, irrelevantes porque todos están aferrados a una idea a un dogma. Seguramente lo estoy también, pero procuro ampliar mi perspectiva dudar incluso del piso en el que estoy parado. Muchas personas no lo hacen, caminan sobre tierra toda su vida pensando que es agua.  Por eso tengo miedo también. Es una incertidumbre con la que no puedo. ¿Qué estamos haciendo aquí? ¿Algo de todo esto tiene razón? ¿Qué es de mi? ¿Qué soy? 

miércoles, 10 de abril de 2013

Entrada mediana

Ayer escribí brevemente. Hoy me quedé pensando porqué no puedo hacer entradas más amplias, sobre algún tema en particular. Reviso otros blogs y me quedo con cara de qué pedo. ¿Cómo le hacen para redondear tanto una idea y hacerla atractiva? Para mi como escritor es todo un reto. He pensado que si no tengo nada qué decir o si de plano no tengo las herramientas para ser un escritor mediano. Ya no tengo más que decir. Se ha esfumado todo.

Una entrada breve

Pequeñita