miércoles, 24 de abril de 2019

¿Cómo no dejar algo botado?

Este texto se me ocurrió básicamente porque tenía la necesidad de escribir algo, de ponerme a teclear y dejar que las ideas fluyeran sobre la pantalla. Es algo que disfruto mucho, pero al mismo tiempo es algo que se convierte en una tarea frustrante. ¿Qué escribo? No sé, lo quiero hacer, pero no tengo un ruta clara de por dónde empezar ni a dónde llegar. ¿Cuánto debería escribir? A veces pienso en un cuento, otras veces, en una reflexión, en un recuerdo, en una queja. Pero nunca termina en nada o se extiende por hojas y hojas sin un rumbo claro; también hay textos en los que puse un párrafo y eso fue todo.

Pero hoy hay una excepción. Este texto concentrará aprendizajes acumulados después del fracaso. No sólo señalar las fallas que me han impedido escribir consistentemente, también errores que me han impedido avanzar en otras tareas que me propongo: correr más kilómetros que mi récord habitual; tocar una pieza más compleja en el piano; hablar otro idioma; leer una colección de libros; cambiar mi dieta, etc.

1. Hazlo como puedas. En realidad no importa mucho cómo hacemos las cosas, sino lo que se aprende en el camino. Ejemplo: puedes bailar horrible, pero eso es mejor que ni siquiera levantarse de la silla. Es mucho mejor tener cachitos de textos inconclusos, como claramente se encuentra mi blog, a no escribir y sólo pensar qué me gustaría escribir. Es decir, la acción por mínima, es mucho más valiosa que la inmovilidad.

2. Disciplina vs impulso. Esto está difícil de resolver, porque creo que depende de la personalidad; sin embargo, creo, ambos son estados mentales y mientras podamos propiciarlos y mantenernos ahí, excelente. Es decir, está bien cumplir al pie de la letra nuestros planes, con rigor y autocontrol, pero también está bien arrojarnos sin pensarlo. Por supuesto, la disciplina te da herramientas, pero es temerosa y lenta. El impulso es poderoso.

Así lo veo. ¿Cómo sería más efectivo vencer el miedo a las alturas? ¿Subir escalón por escalón, en una escalera que va acrecentando la distancia hacia el abismo al cual nos queremos lanzar; saltar primero desde el escalón más bajo y continuar así hasta poderlo hacer desde el escalón mil? ¿o sería mejor pararnos en el borde, sin necesidad de la escalera, tal vez llegando por un elevador, y enfrentar el miedo ahí, en el instante? ¿Qué es más liberador después de lograr el salto? ¿Conquistar el miedo por el paso meticuloso o enfrentar el terror de una vez y darle un puntapié?

Insisto. Es un asunto de personalidad. Yo a veces me encuentro disciplinado, a veces impulsivo. Mi escritura es impulsiva, en el ejercicio soy más disciplinado. ¿Qué me funciona más? Ninguno, de ahí el origen de este texto. A veces desearía tener el impuso de correr hasta que las piernas no me den más.

3. La excelencia no existe. Es la peor barrera que podríamos ponernos, porque es puro ego. Hay un ego soberbio, es gigantesco y nos inhibe crear, porque asume que siempre se puede hacer mejor. Falso, ninguna versión de nosotros es mejor, sólo es diferente. Por otro lado, está ese ego diminuto, que nos roba las ganas de probar el éxito y despierta la inseguridad.

Hay que hacer malabares con el ego. Cuando te sientes incapaz, decir nel, yo puedo. Abrir un pinche blog que nadie lee, pero escribir con honestidad, con pasión, con impulso o disciplina. También al revés, cuando lograste un par de metas y la gente lo reconoce o tu crees que todo salió muy bien. Alto. Comienza a evaluar tu trabajo, compáralo y ve más allá de tus actividades (ego). Trata de mirar los horizontes de los demás. Tú quieres ser un escritor bien vergas, pero eso vale madres al lado de un chef o un mecánico automotriz extraordinario. Lo tuyo no es el mundo de los demás.

4. Disfruta. Esta es como una máxima en toda la historia creadora de la humanidad. No hay cosa sublime sino está motivada por el placer. (Supongo que sí hay cosas sublimes, productos del dolor, pero no suelo acumular muchas referencias o datos históricos) Sentir chingón es una sensación poderosa, es como una especie de hebra que si la jalamos va sacando todo tipo de cosas. Es más, puedes estar decaído, muy triste, o enojado, pero cuando haces algo que te gusta surge esa hebra que va desanudando todo. Algunos le llaman terapia ocupacional, otros como autoayuda, otros teología de la superación. No sé, puede ser que haya gente sumamente deprimida que nunca logrará extraer ese hilito que va revelando cosas. Tal vez no tienen ese hilo que permite crear.

Pero que el placer se convierta en el combustible de: correr, escribir, cocinar, fotografiar. Seguro se va agotar, no hay fuentes renovables de energía. Pero mientras dure, hay que sacar provecho de ello.

5. El asunto con terminar algo o lograr una meta, y no hacerlo, es que ponemos cosas muy irreales de frente. Si yo me hubiera propuesto escribir 10 puntos, este texto ya se habría quedado archivado. Pero no es así, llegué al final y no porque así lo haya planeado, sino porque siento que debo darle el cortón a este texto. No debo forzarme más, sino continuar con el flujo impulsivo. Aprovechar el estado mental mencionado en el punto uno y sumar este texto como un logro, pequeño, pero consistente.

Si mi escritura fuera del tipo disciplinada, pues tendría que ajustar el tipo de meta, a lo mejor diez puntos para este texto o seis, pero de cierta extensión. Es decir, un objetivo compatible con lo que busca la disciplina: medición, rendimiento, calidad... métricas.

El impulso es un chingue su madre. Termina y dale publicar.