Al menos creo que aquí soy más claro, más lúcido. Las comas y los puntos me ayudan. Todo lo contrario cuando hablo. Ahí se me van las ideas, pierden contundencia o se acentúan aquellas que carecen de calidad. No soy un gran orador, porque no soy un gran pensador. Confundo, engaño y disuado. A veces todo lo contrario, todo al revés. No con las letras, aquí me siento cómodo, aquí puedo admitir que estoy equivocado y borrar la oración, que nadie sepa que lo escribí, salvo yo. Con mi expresión oral aunque ya todo haya sido dicho y borrado del tiempo, mis palabras impactaron como dardos, como salvas o como viento. Aquí no, aquí está lo justo y nada más. Podría borrar todo esto y no pasaría nada; sé extender o minimizar un texto. Por el contrario, no me sé callar, no se editar lo que digo. En las letras encuentro mis sentimiento con mayor intimidad, más nítidos y sin distorsiones. En todo este blog hay confesiones, hay arrepentimientos, hay fantasías... En mi oralidad también las hay, pero en versiones rocosas, incoloras, difusas, poco accesibles. Por eso cuando una emoción nace en mi, lo primero que quiero es ponerla por escrito. ¿Y qué es lo que estoy confesando ahora? Que exista la constancia de mi incapacidad para comunicarme. Que tengo más valor para confrontar por este medio que de frente y a la cara. Que soy una persona burbujeante de emociones, pero inhabilitada para externarlas, la mayoría de las veces. Que mientras camino hay una angustia creciente, una desazón crepitante. Que hay miedo al interior de una sonrisa abierta al público. Que me enamoro en secreto y que engaño bajo el amparo del pensamiento puro. Que sueño con todas mis metas alcanzadas, cuando estoy sin salir del punto de partida. En la escritura esta una parte de mi transparente, ordenada y accesible. En el mundo físico -tangible- hay opacidad, caos y dificultad...
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