No importa mucho quién me lo dijo, pero hasta antes de sus palabras nunca me había fijado en mi rostro. —Mira qué cara traes, te ves todo demacrado, te ves triste. Primero pensé que era una interpretación exagerada, yo me sentía bien. No creí que mi cara tuviera algo de triste hasta que la frase llegó de nuevo mientras me bañaba. Como siempre me quité la ropa y me asomé al espejo, examiné mis encías, giré un poco la cabeza y vi mi perfil, metí mis dedos entre el cuero cabelludo, me acerqué hasta ver los poros de mi piel y tocaba alguno de mis granos esperando que madurara. Pero esa esta vez escuché el "Mira qué cara traes, te ves todo demacrado, te ves triste". Vi la frase sobrevolando mi rostro, como si fuese un anuncio publicitario. En verdad mi cara lucía triste. Nunca la había visto de esa manera. Fue como asomarme más al fondo, muy por debajo del acné, las cicatrices, el sudor, la grasa y el polvo. Las letras pasaban por mis ojos lentamente y se curvaban cuando lleg...
Un espacio donde pongo todo aquello que escribo bajo el único criterio de relajarme. Encontrarás literatura, opinión o asuntos que no comprenderás, porque ni yo mismo a veces me entiendo.