No, casi a nadie le gusta el sudor. No está bien visto por muchas razones, sobre todo entre las personas con las que convivo cotidianamente. El sudor es una capa, de las muchas que la gente tiene sobre sí mismas, y que se esfuerzan —o mejor dicho, todo lo contrario, no se esfuerzan— para que no aparezca. El sudor está mal. Dicen que genera mal olor, que incomoda, que convierte la piel en una superficie pegajosa, repugnante. Es la antítesis de una piel tersa, aséptica, sin brillo, como talco. El sudor, además, no sólo estropea la forma en la que se sienten las personas con su cuerpo, sino mancha, infecta, apesta y moja la ropa. Hace que se mire con desprecio a quien extiende los brazos y en su camisa hay una mancha de humedad bajo la axila. También se evita dar palmadas fraternales a quien sobre la espalda pasea una sombra formada con el líquido corporal. Se pide a gritos el aire acondicionado, porque es terrible ver que las gotas comienzan a descender desde la frente y la sien...
Un espacio donde pongo todo aquello que escribo bajo el único criterio de relajarme. Encontrarás literatura, opinión o asuntos que no comprenderás, porque ni yo mismo a veces me entiendo.