Todas las mañanas era el mismo berrinche de siempre. Sofía no quería levantarse de la cama y tampoco ponerse el rasgado, y cada vez más chico, uniforme con el que iba a la primaria desde hace tres años. Justo ese año, el tercero de primaria, había sido el más difícil para Sofía: la presión de su mamá era tan intensa con el asunto de la lectura de compresión y las lecciones de matemáticas, que Sofía siempre lloraba cuando daban las cinco y tenía que abrir los ojos para ver la mirada de su mamá clavada sobre ella. —¡Apúrale, niña! ¡Vamos tarde!— —¡No quiero, no quiero!— Algunas mañanas habían bofetadas ante la negativa de Sofía, otras veces había jalones de pelo y, otras más, muchos gritos e insultos. De lunes a viernes la batalla matutina de Carmela por llevar a su hija a la escuela era una rutina inevitable. Ella solía decirse que pondría toda su energía para que Sofía estudiara y llegara hasta la prepa. Ese era la meta que fijaba en su cabeza antes de irse a trabajar al mercado a vend...
Un espacio donde pongo todo aquello que escribo bajo el único criterio de relajarme. Encontrarás literatura, opinión o asuntos que no comprenderás, porque ni yo mismo a veces me entiendo.