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Mostrando entradas de 2013

Capítulo 1

No sé si sentado, parado o en movimiento es más irritante esta sensación. Y no sólo para mi ánimo si no para toda la articulación. Es un ardor insoportable por su permanencia más que por la intensidad de la molestia. No es gran cosa, parece una exageración vista desde afuera, pero sólo quien experimenta la invalidez puede comprenderlo. Porque los movimientos cotidianos de pronto brotan en el panorama de la imposibilidad. Uno comienza a hacer valoraciones sobre el gusto de poder sentarse durante horas sin que la ingle quede infestada por una marabunta o caminar a los abarrotes sin petrificarse a la mitad del trayecto por una inservible pierna. Es fácil concluir que el dolor más pequeño puede convertirse en una carga inmensurable, porque altera la perspectiva del tiempo y el espacio No es el mismo dolor el que siente él al que siento yo, aún cuando se tratase del mismo síndrome o lesión. Por supuesto que tales percepciones son circunstanciales, dependen de otros factores: del clima, las...

Belén

El sol queretano desplomaba en la forma más despiadada, sobre las ya curtidas pieles, gruesas, tostadas y agrietadas por el frío de las noches. Estaban jugando sin que el sol menguara el ritmo del pequeño partido. La partida estaba pareja tanto como reñida. La meta occidental estaba dispuesta con ropa; tenía el mejor portero que se hubiera visto en varias generaciones, se tiraba sin arrepentimiento y con una técnica aprendida por la repetición sin fin de los videos de futbol que vendían en el mercado. En el otro extremo había un delantero que arremetía con fiereza a cada pase bien colocado sobre el área. Era un duelo trabado, el marcador se resumía a cada encuentro desde que comenzó la rivalidad en el cuarto año; ya para el quinto se habían formado dos equipos vitalicios, este último año tenía arrojar un resultado definitivo pues sólo faltaban tres meses para las vacaciones. La pelea futbolera había saltado a las clases. El salón estaba partido en dos piezas antagonistas, sólo l...

Entrevista a Doña Gaby

Es una mujer con gran seguridad, pero que cuando ríe se tambalea como una gelatina mal cuajada. Su risa se diferencia de toda su constitución física, porque ella es grande mientras que de su boca sale un ruido juguetón que termina contagiándote. De hecho, sonrió cuando la abordé en el vagón de en medio de la línea 3 del metro. Estaba sentada en el asiento reservado con un libro pequeño sobre las piernas. Me quedé parado frente a ella, sólo sonrió y regresó a lo suyo en las letras. No me acerqué hasta dos estaciones después, entraban personas que me hacían pesar en lo absurdo de la situación y la probable violación a su privacidad; cuando salieron me dirigí con la mayor cautela. Con toda naturalidad me coloqué en el pasamanos que estaba a su derecha. Otra vez subió la mirada y mandó una mirada indescifrable con una sonrisa todavía más extensa que la anterior.  - No sé cómo decir ésto, pero usted se me hace conocida. La he visto en algún lugar. No quiero ofenderle, ni molestarla...

Notas sobre la ignorancia II

La nota del día de hoy es sobre un estudio que publicó la OCDE donde aboran el tema de las horas que trabajan las personas al año y el bienestar con el que viven: servicio médico, educación, empleo, etc... También en el mismo estudio se encuentra un dato curioso: El 80% de los mexicanos está satisfecho con su vida. Por sí mismo ese hecho es atractivo para cualquier análisis. ¿Por qué somos felices con nuestra vida cuando todo parece desmoronarse al rededor? Hay información que demuestra que somos uno de los países más violentos en el mundo, estamos en los primeros lugares en índices de corrupción, no destacamos en educación, producimos poco dinero y decenas de primeros lugares más. Nada de eso parece hacer mutar el carácter estereotípico del Méxicano, un ser jocoso o festivo. Y eso me en lo personal me preocupa. No es que tenga algo en contra de la felicidad de la población, qué bueno estar rodeado de personas alegres, pero la única respuesta que hallo a este sentimiento es la propi...

Notas sobre la ignorancia I

Existe la creencia popular que la ignorancia sobre ciertos o muchos aspectos es el mejor camino para lograr la felicidad. Si uno no sabe que morirá a lo mejor disfrutará mejor los últimos días, semanas o meses. Si alguien no sabe los efectos negativos de cierto hábito, no importa porque mientras lo hace está disfrutando la vida como nadie, además, que de algo ha de morir. Que la ignorancia es un sofá muy cómodo donde la vida sólo circula sin más, poco sobre qué pensar, el porvenir se acerca con naturalidad antes que uno se estampe contra él a causa de saber mucho. Y si no fuera poco, el argumento sigue así: Saber no sirve de mucho, si no hay utilidad práctica para qué; si un conocimiento no es materializado no sirve; si está lejano a nuestra experiencia diaria es basura. Así lo gritan: A mi qué me importa si el centro de la tierra es más caliente de lo que pensamos. Acaso debería importarme la relatividad del espacio y el tiempo.  Qué importancia tiene saber que existió un insecto...

Parálisis

Llegué cuando todos estaban ya parados con la lata en la mano, dispuestos en un círculo que custodiaba las botellas que deberían durar toda la noche. Busqué por dónde colocarme, no lograba ubicar un rostro conocido, o mejor dicho, no deseaba estar con las personas equivocadas. Conocía a la mayoría, pero sólo de vista larga y hoy no estaba con el ánimo para mezclarme con personas nuevas. Al fondo estaban los compañeros de borrachera "Hola, cómo van" saludé a todos sonriendo y ansioso por empinarme una cerveza de lata. "Me regalan una"  Estaba helado el aluminio, simplemente perfecta, sudaba gotitas que me parecían sexys "Gracias". El primer trago de una cerveza siempre es el mejor, todas las moléculas son perceptibles, los sentidos no están adormilados y sabe a cebada, la espuma como pequeño oleaje oral y el alcohol infantil, bastante inocuo. Las siguientes son suficientes para beber una tras otra, pero la pérdida de la receta es indicador de una buena bor...

A mi abuelo

Si pudiera definir a mi abuelo en una palabra, sería: Calma. No se ganó tal sosiego por medio de prácticas religiosas, metafísicas, tántricas ni mucho menos. La calma surge en él con tanta naturalidad como crecen las hojas en los árboles. Nace en él una paz que envidiamos a veces, reímos de su lentitud ante las adversidades. Una vez no salió de su habitación en pleno temblor porque sus zapatos cafés no estaban a la vista "No encuentro mis zapatos cafés". Cliché de abuelo cariñoso. Abuelito de piel irrepetible durante todo el árbol genético: obscura de cafetal, cuerpo altivo con la espalda ancha como su humor. El mejor repertorio de chistes lo sacaba cuando estaba pasado con las copas; tragaba cerveza como nadie. Levantaba los vasos o embaces de cerveza hasta deshidratar todo. Cantaba tangos, escuchaba marimba. Sonreía esplendorosamente. A veces nervioso como todos tenemos un poco por aquí. En su juventud un casanova, no sé mucho de eso, pero sus hijos lo r...

El cuerno

El cuerno Sentí un calor instantáneo, un cerillazo en el vientre. Pensé que era un cólico menstrual, apreté ambas manos contra mi ombligo, el calor se iba extinguiendo y el cólico iba creciendo incontrolable. Mis manos estaban empapadas de sangre, rojizas como la res que había visto ayer en una carnicería. No era sangre como la que sale cuando te golpeas por accidente la nariz, era espesa y negruzca. No tenía miedo porque sólo tenía dolor. La última vez que tuve dolor fue una gastritis que me atontó hasta que recibí suero. Este dolor era diferente, expansivo, se iba regando por todo mi cuerpo, excepto por las piernas y la cabeza. Mi cabeza estaba recargada sobre una pared con propaganda; mis piernas sabían que estaban dobladas como espagueti y cada vez menos fuertes. Luego fue miedo. El dolor no cedía y la gente corría de un lado para otro. Vi al otro extremo de la calle algunas personas durmiendo como niños, en esas posturas tan incómodas para los viejos, pero confortabl...