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Mostrando entradas de enero, 2015

Razones para matar

Autor : César Palma Personajes : - Verdugo: Un hombre corpulento, entre veinticinco y treinta años. - Cinco hombres de rodillas con sábanas cubriendo el rostro, de espaldas a su verdugo. - Dos hombres armados flanqueando al verdugo. Época : Actual Lugar : Alguna zona cerril de México (Ninguno de los hombres arrodillados emite sonido alguno. Los hombres que los custodian permanecen de pie sin retirar las armas que apuntan en dirección a las cabezas de los cautivos. Se aproxima el verdugo hasta los hombres y permanece de pie en medio de todo el grupo) Verdugo: !No mamen¡ Las pinches cuatro de la mañana. ¿Qué no tienen nada que hacer? La verdad es que no me los esperaba. No me jodan. Ya estaba durmiendo, estaba con mi mujer. Me encabrona este tipo de cosas, pero ni modo de decir que no. Me llegó la llamada, vi el número y no podía simplemente colgar. Ustedes, en cambio, sí podían simplemente no pasearse por aquí. Qué necedad la suya. No se cansan cabrones, una y otra vez...

Baño Otaku

Simplemente si uno se toma el tiempo suficiente para observar y pensar las cosas todo cambia repentinamente. Es como si el panorama se fuera ampliando más y más a cambio de tiempo. Cada minuto va prolongando nuestra visión y entendimiento en asuntos que jamás se hubieran reflexionado por la premura de nuestra vida citadina. Hoy por ejemplo: Caminé por el Eje Central enfilándome hacia la parada del trolebús. A pocos metros de llegar decidí adelantarme al baño, porque aunque no eran muchas las ganas de orinar, creí que no me concentraría en mi lectura si de por medio había unas ganas crecientes de orinar y cagar. Me lamenté, porque no pasé antes en la cafetería donde desayuné. Ahora tendría que pagar cinco pesos en baños no tan aseados.  Caminé hasta dentro de la "Friki Plaza", subí por las escaleras eléctricas hasta el segundo piso. No vi los baños, ni anuncios, por ninguna parte. Me aproximé a un vendedor de ánime, me dijo que más arriba los hallaría. En la última pa...

20 minutos

En veinte minutos puedo morir, eso se piensa cuando vienes dando todo de ti en la bicicleta. Piensas que si te metes en un hoyito todo se va a cabar, dejarás de ver el camino por un instante y pensarás en el automóvil que viene detrás de ti, qué tan cerca está, cuán rápido viene y si el conductor está atento y podrá frenar, o si simplemente dejará ir el auto sobre todo tu cuerpo. Piensas que no vienen atentos, que su atención está cruzando el carril, en la acera, en las esquinas y paradas de la avenida Tlalpan. Las prostitutas deambulan en los cuadrantes en que han dividido la calle, por momentos son más visibles que yo, pienso. Los conductores saben cuándo frenar y cuándo acelerar, si una vale la pena mirar o si no vale nada y mejor pasar a la siguiente. Si acaso son prudentes, me rebasan con un metro de distancia entre su puerta y mi pierna izquierda; si les urge observarlas más de cerca, aceleran lo más pegado posible a mi, para rápido encontrarse con unas piernas morenas y unos sen...

La vieja, la primera.

Es difícil aceptar que un día están las cosas y en un instante ya no. Hoy salí del metro y mi bici ya no estaba, alguien la tomó, rompió el candado, tal vez, y huyó entre la muchedumbre, que yo creí tontamente, le daría más posibilidades de no ser hurtada. No tardé en darme cuenta lo que había perdido; fue la primera, lo digo en femenino, porque era de mujer. Era una chica. Con ella realmente me solté al mundo, al salvajismo urbano. Me dio seguridad (en un post anterior hablé de ello). Con ella aprendí a ver la ciudad y la noche de otra manera. Incluso temí por ella porque era única, si hubiera desaparecido ya no tendría cómo avanzar. No pasó afortunadamente, siempre estuvo ahí dando de sí con toda fuerza, recorrió mucho tramo conmigo. A veces me fallaba, pero siempre se reponía y quedaba lista para seguir rodando indefinidamente. Me encariñé tanto con ella que no pude aceptar lo inevitable: necesitaba otra bici nueva, ideal para mis nuevas exigencias. Temía que la nueva fuera robada...