En cinco días cumplo 31 años. ¡Qué chingados! Me imagino que decirlo es muy ridículo a mi edad, pero también creo que es lo que dicen todos los humanos que ingresan a la siguiente década de su vida: cómo vuela el tiempo. Dejar detrás diez años más es una huella implacable del tiempo. El inicio y fin de un ciclo. Un ciclo que no sabemos dónde terminará, pero que está andando y va a sumar buenas y malas experiencias. En mi caso creo que han sido más las buenas experiencias que los desazones. Suelo decirle a mi novia que me siento muy orgulloso porque he tenido una vida sumamente feliz. Muy plena y satisfactoria en todos los sentidos. Fui un niño feliz, un adolescente arrogante y orgulloso, un joven curioso y siempre feliz; pero también, por lo que llegaron a gritarme o decirme con la mirada otras personas, fui: egoísta, distraído, cínico, mustio, serio, desesperante, indolente, culero y otras más. Todo eso aún lo conservo en mi memoria. Es una bolsa de buenos y mal...
Un espacio donde pongo todo aquello que escribo bajo el único criterio de relajarme. Encontrarás literatura, opinión o asuntos que no comprenderás, porque ni yo mismo a veces me entiendo.