Entró al cuarto abriendo la puerta con delicadeza, tratando de achicar con la mirada el rechinido de las bisagras. Estaba dormida, tomaba la siesta que desde hace tres años comenzó a afianzarse como un hábito nuevo. No importaba el día, siempre la encontraba reposando el entrenamiento que la dejaba molida. Las primeras veces cerraba la puerta con seguro para evitar que alguien la despertara, pero en los últimos meses permanecía entreabierta; los pocos centímetros que había de abertura eran los justos para admirar todo el panorama, el ángulo de visión trazaba una línea recta desde el iris hasta un trozo de carne que asomaba húmedo por un resquicio que el calzón no lograba cubrir. Uno de sus labios le saludaba, “Hola” imaginó que decía. Caminó sobre la alfombra y cuando llegó a la cama presionó con el índice el colchón para ver si alguna vibración llegaba hasta ella y le despertaba. No pasó nada, la habitación, la casa, y seguramente el barrio, permanecían inmutables. Después puso el p...
Un espacio donde pongo todo aquello que escribo bajo el único criterio de relajarme. Encontrarás literatura, opinión o asuntos que no comprenderás, porque ni yo mismo a veces me entiendo.