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Mostrando entradas de 2015

Recuperando el ritmo

Hace pocos días me di cuenta que ya no había escrito casi nada en este blog. Al menos no con la frecuencia que tuve hace algunos meses. De pronto me di cuenta que estaba más sumido en otras tareas y pensamientos que en atender el ejercicio de escribir. Se lo atribuyo a muchas cosas: falta de disciplina, falta de emoción, falta de ideas, falta de tristeza. Es como si estuviera vacío en términos de escritura. No quiero que se diluya mis ganas por contar historias, por escribir lo que siento (porque casi no escribo lo que pienso, de hecho reflexiono muy poco sobre lo que escribo, todo es el calor del tecleo). Quiero mantener alimentando este blog. Y en ese sentido, no me forzaré a completar un cuento, un poema, una guión de teatro o cualquier otro género que he publicado aquí. Hablaré de mi vida diaria, sin buscar un principio y fin. Escribir de esa manera me recuerda a Eusebio Ruvalcaba , por citar a un escritor famoso, o a Samuel Segura, un compañero y amigo mío. Ellos escriben con ...

Un rostro

No importa mucho quién me lo dijo, pero hasta antes de sus palabras nunca me había fijado en mi rostro. —Mira qué cara traes, te ves todo demacrado, te ves triste. Primero pensé que era una interpretación exagerada, yo me sentía bien. No creí que mi cara tuviera algo de triste hasta que la frase llegó de nuevo mientras me bañaba.  Como siempre me quité la ropa y me asomé al espejo, examiné mis encías, giré un poco la cabeza y vi mi perfil, metí mis dedos entre el cuero cabelludo, me acerqué hasta ver los poros de mi piel y tocaba alguno de mis granos esperando que madurara. Pero esa esta vez escuché el "Mira qué cara traes, te ves todo demacrado, te ves triste". Vi la frase sobrevolando mi rostro, como si fuese un anuncio publicitario. En verdad mi cara lucía triste. Nunca la había visto de esa manera. Fue como asomarme más al fondo, muy por debajo del acné, las cicatrices, el sudor, la grasa y el polvo. Las letras pasaban por mis ojos lentamente y se curvaban cuando lleg...

Una voz

La voz viene y se va, haciendo figuras con el aire, llevándoselo como corbatín, haciéndolo vibrar en espiral y luego en forma de fuente. Es la voz más dulce que he escuchado en mucho tiempo. Me dice "te amo". No sé qué responder. No sé si una voz puede escuchar. No tiene rostro y tampoco se exactamente de donde viene, pero ahí está. Es una voz de mujer, una voz tierna, entrenada para deleitar. Se va aunque no por mucho tiempo. Regresa como terciopelo. Me canta muy de cerca y me recita historias sólo con notas musicales. Es un poema vocal, si acaso existe algo similar. Cuando estoy sentado frente a la computadora viene y me hace recordar asuntos que daba por olvidados. La pequeña voz va pescando recuerdos espesos de cuando tenía dieciocho años. Me tararea la música que escuchaba aquellos días. La voz se convierte en un violín, después en un bandoneón y llora. Música que ya no recordaba, que me hacía sentir triste y ahora feliz. Viene por las noches cuando todo está t...

Vivir, sobrevivir y morir

La vida es difícil, muy difícil. Caemos sobre duro cuando quisiéramos caer en blando. No se elige la cuna, mucho menos la mortaja. Todo sería más fácil si supiéramos a dónde vamos a vivir, cómo, con quién y durante cuánto. También se viviría fácil si supiéramos el modo, tiempo y lugar de nuestra muerte. Los más obtusos vivirían con miedo, los más dotados se lanzarían a tomar cada fruto de la desdicha y de la gloria como algo pasajero y disfrutable, porque sabrían que todo va a terminar tarde que temprano, pero no es así. La vida y la muerte son impredecibles.  Por fin salía del hospital después de largos meses sobre la porquería de colchón. Había abandonado la cama quince con la misma ayuda con la que llegó: su hija como muleta que le ayudaba a incorporarse, ya no sobre las dos piernas, sino sobre una, la que pudo salvar el doctor. Salió con menos fuerzas que cada mes el hospital le iba arrebatando; salió con la espalda destrozada por las llagas de la espalda que le causó el com...

Caminata por la noche

Las noches ya no van a ser iguales porque no se puede recorrer el mismo tiempo, donde todo parecía ligero como las pisadas de los gatos que me rondaban hasta abandonar el sitio. Eran noches profundas y tranquilas. Podía sentirme calmado después de un largo día; la caminata corta, pero apacible. Nunca recuerdo acelerar el paso, nunca escapé en ruinas de tu lugar, y aunque comenzaba a marchar apesadumbrado, en pocos metros me revitalizaba. La frescura de los árboles me alimentaba, me hacía sentirme pleno. Las hojas me dieron consejo más de una vez, ellas caían ligeras para frenar mis pensamientos. Las noches ya nunca serán como antes.

El pollo

Lo sacaron en una conversación de la nada, en realidad no de la nada, fue porque hablaban de su familia, de cómo el terreno de la abuela estaba siendo discordia entre los hermanos. Todos querían apropiarse de algo que por derecho fue divido en partes iguales, en cuatro. Sin embargo, hasta los nietos y familiares de tercer grado quieren parte de la herencia. Lo cierto es que nadie recuerda al Pollo, porque nadie lo ha visto. El Pollo fue de las primeras personas que se le veía en la calle con la mano sobre la nariz y la boca. Se la pasaba durante horas inhalando e inhalando activo. Casi nunca caminaba más allá de donde terminaba el predio donde vivía. Cuando la gente pasaba se tenía que subir hasta la otra acera porque no nadie quería toparse con él. Era un hombre corpulento, de estatura media, pero que para los niños parecía descomunal y para un adulto ni hablar, el peso del también llamado "Gordo" superaba en buena proporción a todos los hombres grandes de la calle. El Pol...

Madre e hijas

Personajes: Dos mujeres en ascenso a los cincuenta y una madre próxima a los setenta. Lugar: En una cocina tradicional mexicana, de clase media  Bernarda : ¿Vas a comer mamá? Alicia : ¿Tú vas a comer? Bernarda : Ay, no puede ser. Si no como yo, tú nunca comes. Tienes que aprender a que no siempre                     te vamos a acompañar. Tienes que comer aunque estés sola. Tienes que cuidarte, si no otra                   vez se te va a subir el azúcar. Aprende a estar solita, mamá. A ver pues, vamos a comer.                       Deja te caliento                   Por cierto, cómo te fue hoy. Te saliste bien temprano y no dijiste a dónde fuiste. Nada más                   te tomaste un juego y un plato de fruta que había ahí. Cuídate. No ...

¿Por qué me gusta escribir?

Al menos creo que aquí soy más claro, más lúcido. Las comas y los puntos me ayudan. Todo lo contrario cuando hablo. Ahí se me van las ideas, pierden contundencia o se acentúan aquellas que carecen de calidad. No soy un gran orador, porque no soy un gran pensador. Confundo, engaño y disuado. A veces todo lo contrario, todo al revés. No con las letras, aquí me siento cómodo, aquí puedo admitir que estoy equivocado y borrar la oración, que nadie sepa que lo escribí, salvo yo. Con mi expresión oral aunque ya todo haya sido dicho y borrado del tiempo, mis palabras impactaron como dardos, como salvas o como viento. Aquí no, aquí está lo justo y nada más. Podría borrar todo esto y no pasaría nada; sé extender o minimizar un texto. Por el contrario, no me sé callar, no se editar lo que digo. En las letras encuentro mis sentimiento con mayor intimidad, más nítidos y sin distorsiones. En todo este blog hay confesiones, hay arrepentimientos, hay fantasías... En mi oralidad también las hay, pero e...

Curso de verano

Esa tarde cambió toda mi perspectiva del mundo, la presión de las miradas sobre mi funcionaron como una especie de cura. Como si mi personalidad hubiera sido aplastada como un tubo de dentífrico; se fue la vergüenza, o mejor dicho, se escurrió por las escaleras del edificio Francisco Márquez. Después de ese día no volví a temerle a las personas, comencé a ver sus ojos, a escuchar cada palabra que me dirigían, a mantener mis manos temblorosas firmes y sin sudor ante mi presentación o exposición de dudas. Aprendí a pedir dónde está el baño. Apenas duré una semana, ni siquiera tuve tiempo para recordar algún rostro, un nombre o una voz. Sé que los monitores usaban playeras polo, verde botella; shorts caqui y cachuchas con el nombre de la empresa bordado. Todos eran jóvenes, aunque en ese entonces me parecían cuasi adultos, pero puedo calcular que no pasaban los veinticinco años. Los monitores iban y venían corriendo, tomando de la mano en forma de cadena a todos los niños. Me pareció...

Cuando la conocí...

Es un hecho que todo mi gusto musical fue formado a través de su enseñanza indirecta. Toda la escuela del blues estaba detrás de ella. La primer época en que la conocí supe que su carácter oscilaba entre la tristeza y la ansiedad, ello nunca me alejó, estaba realmente atraído. Fuera de esos momentos era una mujer con una felicidad gigantesca. Reía a cada rato. La primer semana que pudimos estar juntos fue un tanto extraño, pero recuerdo todo el ánimo que desde el primer día dedicó a nuestra relación. Yo estaba asustado, indeciso, impulsado por la irreflexión; al contrario, ella se mantuvo razonable ante mi duda. Me decía que si no era el momento para iniciar algo juntos no habría ningún problema. En algún punto se desesperó, porque a la primer semana decidí alejarme de ella sin dar explicaciones salvo evasivas. Años después no puedo explicar qué es lo que quería. Ahora sé que la quería a ella, pero tenía miedo. Ella no, por lo menos no durante las primeras semanas donde fuimos más que...

Cuando la conocí...

Lo primero que se viene a mi mente es esa melena ondulada, desaliñada, deshidratada, una enredadera que se podía ver desde bastante metros a la distancia; un cabello castaño, que por aquellos años estaba pintado de negro. No podía imaginar otro peinado que no fuera aquel despreocupado aspecto. No sólo se reflejaba en el cabello, sino en los pies, en las manos... pero todo era a propósito, era evidente que todo aquello era una imagen perfectamente planeada. Nadie tiene el cabello tan desarreglado, si no es a través del meticuloso ejercicio de lucir diferente; porque lo era, tenía un brillo que la convirtió en la excepcional cantante que es hoy. Ya era actriz antes de que lo pensara. Tenía un carisma desbordante para abordar a las personas y entablar conversaciones. No conmigo, debo ser honesto, pero iba por aquí y para allá repartiendo sonrisas y buenos deseos. Por supuesto que estaba la parte irascible que no buscaba ocultar. Se largaba de una reunión o sin más meditación dirigía insu...

Razones para matar

Autor : César Palma Personajes : - Verdugo: Un hombre corpulento, entre veinticinco y treinta años. - Cinco hombres de rodillas con sábanas cubriendo el rostro, de espaldas a su verdugo. - Dos hombres armados flanqueando al verdugo. Época : Actual Lugar : Alguna zona cerril de México (Ninguno de los hombres arrodillados emite sonido alguno. Los hombres que los custodian permanecen de pie sin retirar las armas que apuntan en dirección a las cabezas de los cautivos. Se aproxima el verdugo hasta los hombres y permanece de pie en medio de todo el grupo) Verdugo: !No mamen¡ Las pinches cuatro de la mañana. ¿Qué no tienen nada que hacer? La verdad es que no me los esperaba. No me jodan. Ya estaba durmiendo, estaba con mi mujer. Me encabrona este tipo de cosas, pero ni modo de decir que no. Me llegó la llamada, vi el número y no podía simplemente colgar. Ustedes, en cambio, sí podían simplemente no pasearse por aquí. Qué necedad la suya. No se cansan cabrones, una y otra vez...

Baño Otaku

Simplemente si uno se toma el tiempo suficiente para observar y pensar las cosas todo cambia repentinamente. Es como si el panorama se fuera ampliando más y más a cambio de tiempo. Cada minuto va prolongando nuestra visión y entendimiento en asuntos que jamás se hubieran reflexionado por la premura de nuestra vida citadina. Hoy por ejemplo: Caminé por el Eje Central enfilándome hacia la parada del trolebús. A pocos metros de llegar decidí adelantarme al baño, porque aunque no eran muchas las ganas de orinar, creí que no me concentraría en mi lectura si de por medio había unas ganas crecientes de orinar y cagar. Me lamenté, porque no pasé antes en la cafetería donde desayuné. Ahora tendría que pagar cinco pesos en baños no tan aseados.  Caminé hasta dentro de la "Friki Plaza", subí por las escaleras eléctricas hasta el segundo piso. No vi los baños, ni anuncios, por ninguna parte. Me aproximé a un vendedor de ánime, me dijo que más arriba los hallaría. En la última pa...

20 minutos

En veinte minutos puedo morir, eso se piensa cuando vienes dando todo de ti en la bicicleta. Piensas que si te metes en un hoyito todo se va a cabar, dejarás de ver el camino por un instante y pensarás en el automóvil que viene detrás de ti, qué tan cerca está, cuán rápido viene y si el conductor está atento y podrá frenar, o si simplemente dejará ir el auto sobre todo tu cuerpo. Piensas que no vienen atentos, que su atención está cruzando el carril, en la acera, en las esquinas y paradas de la avenida Tlalpan. Las prostitutas deambulan en los cuadrantes en que han dividido la calle, por momentos son más visibles que yo, pienso. Los conductores saben cuándo frenar y cuándo acelerar, si una vale la pena mirar o si no vale nada y mejor pasar a la siguiente. Si acaso son prudentes, me rebasan con un metro de distancia entre su puerta y mi pierna izquierda; si les urge observarlas más de cerca, aceleran lo más pegado posible a mi, para rápido encontrarse con unas piernas morenas y unos sen...

La vieja, la primera.

Es difícil aceptar que un día están las cosas y en un instante ya no. Hoy salí del metro y mi bici ya no estaba, alguien la tomó, rompió el candado, tal vez, y huyó entre la muchedumbre, que yo creí tontamente, le daría más posibilidades de no ser hurtada. No tardé en darme cuenta lo que había perdido; fue la primera, lo digo en femenino, porque era de mujer. Era una chica. Con ella realmente me solté al mundo, al salvajismo urbano. Me dio seguridad (en un post anterior hablé de ello). Con ella aprendí a ver la ciudad y la noche de otra manera. Incluso temí por ella porque era única, si hubiera desaparecido ya no tendría cómo avanzar. No pasó afortunadamente, siempre estuvo ahí dando de sí con toda fuerza, recorrió mucho tramo conmigo. A veces me fallaba, pero siempre se reponía y quedaba lista para seguir rodando indefinidamente. Me encariñé tanto con ella que no pude aceptar lo inevitable: necesitaba otra bici nueva, ideal para mis nuevas exigencias. Temía que la nueva fuera robada...